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Por Juan Alliaume Irurueta
A fines de julio de 2023 se estrenó en la sala Zitarrosa el documental uruguayo Gurisitos: un año en El Paso de La Boyada. Días después me encontré con el director, José Pedro Charlo, para conocerlo. Esto es lo que conversamos.
¿A qué te dedicas?
Me dedico a hacer documentales, películas documentales, desde hace 30 años. Es la actividad a la que he dedicado más tiempo en mi vida.
¿De qué se trata el documental Gurisitos?
Gurisitos es un trabajo que nos llevó varios años, se desarrolla en un centro de atención pública a la primera infancia: el CAPI Los Teritos. En la película seguimos atentamente el proceso de los niños dentro de ese lugar, que está en un barrio muy característico de Montevideo. Vemos su proceso de aprendizaje, sus avances, sus descubrimientos, sus experimentaciones. Muestra logros que dan una gran satisfacción. Y eso se expresa en forma divertida y produce alegría en los demás. Eso se vio en la sala, la gente fue cómplice de los descubrimientos. Me alegró mucho. Miraba la película y decía: «¿qué dirá la gente de los niños viviendo la experiencia de los niños?”. Fue muy gratificante ver que se respondía con mucha risa.
¿Por qué decidiste hacer un documental sobre niños y niñas?
Cuando arrancamos la idea del documental estaba muy interesado en los procesos de la primera infancia, de los 0 a los 3 años. Había leído bastante sobre la importancia que tiene ese período de vida en la formación de las personas y quería ver cuál era la realidad en mi barrio. Soy del Cerro, traté de conocer distintas experiencias, conocía unas cuantas muy interesantes, y cuando llegué al CAPI Los Teritos fue un lugar que me encantó, un descubrimiento para mí. Me resultó muy acogedor, me vinculé con las educadoras muy bien; sentí que podía tener un diálogo con sustancia, con mucho contenido con ellas. Y eso es fundamental para poder trabajar en lo que uno quiere; saber que el otro -en el lugar donde uno va a trabajar- o la otra gente que está involucrada tiene ganas de que el trabajo se haga es esencial. En este caso se dio y por eso lo elegí.
¿Cómo hicieron para que los niños y las niñas no se quedaran quietos mirando a la cámara, no tocaran el equipo de sonido, el equipo de audio?
Fue un proceso largo, les explicamos a los niños, a los padres y a los trabajadores lo que íbamos a hacer. Fuimos varias veces a mostrar lo que queríamos hacer, que no íbamos a estar metiéndonos en la dinámica que tenía el centro, ni en los procesos que estaban haciendo los chiquilines. Al principio tenían curiosidad: tocaban la cámara, se arrimaban al lente, veían el peludo (micrófono) y lo querían tocar.
Como ese niño, cuando están las letras «Gurisitos»; se queda mirando a la cámara y le erra a la puerta.
Pero después se acostumbraron a nuestra presencia. Se dieron cuenta todos, niños y educadoras que la intención nuestra era no alterar el funcionamiento normal de la actividad y eso creo que se ve: lo naturalizaron. La presencia nuestra fue un elemento natural.
¿Cómo afectó la pandemia en la filmación?
Afectó muchísimo porque en ese año (2020), íbamos a hacer el seguimiento y se modificó todo. Primero se suspendieron las clases. Luego empezó a funcionar el centro, pero iban menos niños porque había mucho temor a la enfermedad. Después los padres no podían estar adentro, que es una característica que tiene ese lugar: trabajan mucho con los padres, con las familias. Y ahí su presencia se limitaba solamente a llevar a los niños y retirarlos. Entonces cambiaba todo y además no queríamos generar incomodidad, respetábamos el miedo que existía, que era bastante lógico, y tratábamos de ser muy cuidadosos.
En una parte hay un niño que no quería entrar.
Ese niño ingresaba ese año, lo habíamos filmado en las charlas previas al ingreso. Estaba alegre, jugaba, muy divertido. Obviamente a él lo afectó mucho el corte por la pandemia. Pasó 2 o 3 meses en la casa sin estar vinculado con nadie más, y de repente todo cambia y tiene que volver a ir. A otros niños que ya estaban familiarizados con el CAPI también les costó volver porque 2 meses o 3 para un niño es mucho tiempo. Para los mayores también, pero para los niños es un pedazo de vida mucho más importante.
¿Cómo te sentiste filmando el documental?
Me sentí muy, muy feliz porque estábamos haciendo algo que nos entusiasmaba. La respuesta que teníamos de los educadores y de los niños nos entusiasmaba mucho. La posibilidad de captar gestos mínimos, miradas, la forma de vinculación entre los niños, realmente a nosotros nos encantaba. Y posiblemente con la cámara teníamos una ventaja con respecto a otros adultos que estaban ahí: podíamos captar momentos que, en la vida normal del lugar, uno quizás no se da cuenta o no está fijándose en detalle las reacciones de cada uno de los chiquilines. Nosotros eso lo logramos. Costaba, había que estar muy atentos, pero por momentos se logra.
Además, estaban a la altura de los niños y niñas.
Fue una decisión tomada desde el inicio, sobre todo la fotógrafa (quien maneja la cámara). Lo planteó desde el comienzo: colocar la cámara a la altura de los niños y se sostuvo hasta el final. Nos importaba que se mirara el documental con la mirada de los niños.
Para cerrar: ¿qué cosas aprendiste de los niños y las niñas que vemos en el documental?
Aprendí que los procesos personales, los procesos de cambio, son procesos acumulativos que llevan un tiempo, pero en un determinado momento hay un salto y uno queda sorprendido por cómo un niño cambió. Y a veces -también- cómo retrocedió. Por ejemplo, ¿viste el niño que baila frente al espejo con una canción? El año anterior estaba muy solo, con una dificultad de relacionamiento con los demás niños importante. Y al siguiente estaba totalmente integrado al grupo, y tenía un nivel de felicidad cuando iba al centro y de expresión, que está muy bien recogido en la película. Ese proceso me sorprendió. También niños que -en determinado momento- iban en brazos de la madre porque no tenían 3 años, y a los 3 años y poco tenía una autonomía enorme. O chiquilines que en el documental tienen una gran autonomía y después los ves y se van en un cochecito y decís: “¿cómo este niño que hace cualquier cosa, cualquier movimiento, se desplaza, juega a todo lo que se puede imaginar adentro del centro, después se va en cochecito?».
¡Gracias José Pedro!